Las cifras no engañan, por @elcarrildel2

Salen a la luz, a raíz de los últimos acontecimientos ocurridos en la Liga, las brutales diferencias de tarjetas mostradas a los tres primeros clasificados durante los últimos años. Cifras sostenidas en el tiempo, irrebatibles, irrefutables, incontestables. Las cifras, como el algodón del anuncio, no engañan.

Con las mismas delante (pueden ustedes cotejarlas en infinidad de lugares de internet), no es descabellado adentrarse por caminos de más que fundadas sospechas de que los colegiados españoles no miden a todos los equipos ni a todos los futbolistas por el mismo rasero. Algo lleva ocurriendo demasiado tiempo. El colectivo arbitral lleva excesivos años bajo la desconfianza, sin que ningún organismo competente quiera saber nada del asunto.

Al capítulo de las tarjetas, de boga estos días, puede sumarse el también ya muy manido de los penaltis a favor y en contra. En ambos casos, y a pesar de los esfuerzos de algunos por impedirlo, las imágenes televisivas son de una claridad meridiana. No parece posible que situaciones tan flagrantes en uno y otro apartado del juego, puedan no ser vistas por los encargados de impartir justicia.

Tampoco parece ser de recibo la excusa de los diferentes comités disciplinarios del fútbol patrio, siempre dispuestos a escaparse por la tangente de la excusa fácil y reglamentista. Lavarse las manos como Poncio Pilato no parece el mejor camino, máxime cuando está en juego la credibilidad del sistema.

Ante el desasosiego creado en buena parte de la afición, don Javier Tebas opta por dar la callada por respuesta. Continúa pregonando que la liga española es la mejor del mundo. Ya dice el refrán que no hay mejor ciego que el no quiere ver. Bien hace en estar sumamente preocupado por ese asunto de la Superliga Europea. Es lo que ocurre cuando no se prestan oídos a las reclamaciones, ni se aportan soluciones a los problemas reiterados de la competición nacional.

Si además cometes el error de aliarte, como altavoz de tus premisas, con gentes absolutamente sobrepasadas por los tiempos presentes, con discursos trasnochados y pobres y vacuos, el resultado no puede ser otro que el más absoluto de los fracasos.

La afirmación de que la Superliga perjudicará de manera irremediable a los pequeños equipos nacionales es de una simpleza palmaria. Bajo ese punto de vista, no debieran existir diferentes divisiones en el fútbol. ¿Acaso no se ve perjudicado un equipo de tercera división con respecto a los de primera o segunda? ¿Algún aficionado va a optar por ir a ver al equipo de regional de su barrio o de su pueblo, cuando coincidiendo con su partido el Sr. Tebas ha programado un encuentro del Madrid o del FC Barcelona? ¿Acaso los que ahora levantan airados la voz contra la supuesta pretensión de la Superliga de jugar los fines de semana, han dicho algo contra la ocupación absoluta de horarios desde el sábado al mediodía hasta el domingo ya muy avanzada la noche por el fútbol de primera división?

El plumero hace mucho que se les vio a muchos, a los que además, y para completar el desaguisado, se les ha caído la máscara. Lícito es, lógico también, que cada cual defienda los intereses que crea oportunos, pero que no nos tomen por tontos queriendo que nos creamos que sus conveniencias son las generales y las más convenientes.

Buenos días a todos. HALA MADRID.

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